La era de la comunicación
La era de la comunicación

En los verales del pueblo, donde el olor a tierra reseca y hierbas silvestres aún persistía en el aire, ya entrado septiembre, solía cruzarme por los caminos con parejas que llevaban una vida entera tejida entre recuerdos. Eran matrimonios veteranos, curtidos por el tiempo y la experiencia, que iban paseando juntos, apurando los últimos domingos de calor antes del otoño.

El paisaje que se desplegaba ante mí era un lienzo de tonos cálidos: campos dorados, cielos azules salpicados de nubes algizas y la sombra fresca de robles centenarios. La conversación, si es que la hubo, fluía entre ellos en murmullos apenas perceptibles, como el susurro del viento entre las hojas. Cada gesto, cada mirada, parecía contener una historia, un fragmento de una vida vivida en común.

Era un espectáculo silencioso e inquietante, cargado de una belleza melancólica. Un recordatorio palpable de la fragilidad del tiempo y la fuerza inquebrantable del amor. En esos momentos, el mundo se reducía a esa pequeña escena: dos personas, un camino y el sol poniente, testigos mudos de un instante eterno. El aire se espesaba con una quietud profunda, interrumpida únicamente por el canto lejano de un mirlo o el crujir de las hojas bajo sus pies. Un espectáculo efímero, pero imborrable, grabado a fuego en la memoria del que lo contemplaba.
https://www.ideal.es/opinion/pio-garcia-era-comunicacion-20250704002540-ntrc.html

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La era de la comunicación La era de la comunicación En los verales del pueblo, donde el olor a tierra reseca y hierbas silvestres aún persistía en el aire, ya entrado septiembre, solía cruzarme por los caminos con parejas que llevaban una vida entera tejida entre recuerdos. Eran matrimonios veteranos, curtidos por el tiempo y la experiencia, que iban paseando juntos, apurando los últimos domingos de calor antes del otoño. El paisaje que se desplegaba ante mí era un lienzo de tonos cálidos: campos dorados, cielos azules salpicados de nubes algizas y la sombra fresca de robles centenarios. La conversación, si es que la hubo, fluía entre ellos en murmullos apenas perceptibles, como el susurro del viento entre las hojas. Cada gesto, cada mirada, parecía contener una historia, un fragmento de una vida vivida en común. Era un espectáculo silencioso e inquietante, cargado de una belleza melancólica. Un recordatorio palpable de la fragilidad del tiempo y la fuerza inquebrantable del amor. En esos momentos, el mundo se reducía a esa pequeña escena: dos personas, un camino y el sol poniente, testigos mudos de un instante eterno. El aire se espesaba con una quietud profunda, interrumpida únicamente por el canto lejano de un mirlo o el crujir de las hojas bajo sus pies. Un espectáculo efímero, pero imborrable, grabado a fuego en la memoria del que lo contemplaba. https://www.ideal.es/opinion/pio-garcia-era-comunicacion-20250704002540-ntrc.html #noticia, #España, #actualidad
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En los veranos del pueblo, ya entrado septiembre, solía cruzarme por los caminos con matrimonios veteranos que iban paseando juntos, apurando los últimos domingos de calo
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